Lejos de esta ciudad / No sé si por culpa o yerro / Del vulgo, o por necedad, / Hay un sitio en soledad / Que llaman “la Loma del Perro” / Tiene una antigua leyenda / Desde tiempos muy remotos/ Y aunque ninguno la entienda, / Tiene del respeto ofrenda / Y de la piedad los votos.
Y dicen los timoratos/ Y los que hicieron derroches / De guasas o desacatos/Que sale allí pocos ratos, / Un perro todas las noches. /Dice la Leyenda antigua /Que a aquella loma contigua /Existió un lugar honrado /Y era, entre aquella manigua /De un ángel, templo sagrado.
Fue su dueño un gran patricio /Que a la patria, con amor; /Hizo mucho beneficio, /Lo que le trajo mal juicio /Del señor Gobernador. /Y por ende, aborrecido /Del Capitán de Partido /Que acechaba la ocasión /De vengarse: por razón /Del amor no correspondido.
Aquel ángel que allí había /De belleza y simpatía /La independencia adoraba: /Tanto, como tanto amaba /A un joven de indiana cría. /Alegre y fino muchacho /Que en el campo de batalla /Combatía sin empacho, /Donde recibió “una raya” /De fuego, por el mostacho.
Un perro hermoso y bravío /Y tan negro como fiel /Era el guardián del bohío /Aquel, un tanto sombrío, /Pero dulce como miel. /Una tranquila mañana /Aquella hermosa cubana /Iba recogiendo flores /Para el Dios de sus amores /Por la floresta cercana.
Ajena a todo cuidado /Pues libre se considera /Canta por su dueño amado, /Más no ve tras el cercado /Acechándola una fiera. /Fiera que silba y que llama /Su atención, más con afán /Su cara lujuria inflama /Y ella al ver quien la reclama /Reconoce al Capitán.
Lista se presta a la huida /Pero se encuentra prendida /Entre aquellos rudos brazos /Que tienden inmundos lazos /A su belleza florida. /Pero no triunfa, ni besa /Aquel gigante de hierro /Y sale la niña ilesa /Que al Capitán hizo presa /La enorme boca del perro.
Huye, grita, tiembla y suda, /Le asusta su propio mal /Y el perro, que nada duda /Muerde y persigue en la ruda /Maraña del manigual. /Libre ya del fiero can /Decide tomar venganza /Y así se ve al Capitán /Preparando con afán /Soldados a la matanza.
Llega la noche y con ella /El espíritu del mal /Va acercándose a la bella /¡Qué triste la noche aquella /Para un alma celestial! /Duermen todos en la choza /Ni aún el céfiro retoza /Ni en las palmas ni en las flores, /Mientras en labios traidores /El Capitán se alboroza.
Es él, el que oculto llega /Y a sus soldados despliega /De la choza en derredor. /¡Templo sagrado de amor /Que al incendiario se entrega! /Después…sombras solamente /Y con las armas al hombro /Se retira aquella gente /Dejando sangre inocente /Arder en el ígneo escombro.
Donde también se veía /Siempre furioso, luchando /Con fuerzas que no tenía /Al animal que moría /Ladrando, siempre ladrando. /Nuevo sol su luz derrama /Sobre aquel supremo altar /De mártires, que Dios ama, /Nueva brisa desparrama /El polvo de aquel hogar.
Y el tiempo pasó y pasó, /Y aquello se fue olvidando /Y todo desapareció… /Pero el vulgo perpetuó /Al perro, siempre ladrando. /Esta es la triste leyenda /Que viene de boca en boca /Ya en visiones, ya en ofrenda /De piedad alguno choca, /Aunque ninguno la entienda.
Quizás alguno al pasar /Varias veces, recordando /La escena de aquel lugar, /La visión tuviera al par /De un perro siempre ladrando. /Por eso el vulgo a su vez /Para gloria, honor y prez /De aquella casta sin yerro /A esa loma en su esbeltez /Nombra: La Loma del Perro.